miércoles, 19 de enero de 2011

Toni Catala


DISCERNIR ES PONER LA VIDA EN CRISIS

Discernir para percibir el paso del Espíritu por nuestra vida, no una vida en abstracto sino siempre contextualizada en una cultura, supone aprender su lenguaje. La experiencia más personal del espíritu del Señor Jesús es siempre una experiencia "mística" y por lo tanto últimamente inefable. Inefable es lo que difícilmente se puede expresar con palabras, lo que difícilmente se puede decir. Cuando esta experiencia se intenta "decir" no hay modo de decirla sino es en palabra y esta palabra ya no me pertenece. Se dice en lenguaje que es lo más nuestro y lo más exterior a nosotros en cuanto que somos lenguaje y vivimos en él. Si lo que se "dice" es Espíritu del Señor Jesús, antes que nosotros digamos algo se han dicho muchas palabras sobre Jesús. Mi decir sobre Jesús viene también mediado por lo anterior a mi. La experiencia inefable es mía, pero ponerla en palabra cristiana supone que la "expongo" en un ámbito configurado por una tradición. Tradición que supone todo lo que hombres y mujeres a lo largo de dos mil años han dicho, sentido, confesado, sufrido, gozado y celebrado a vueltas con Jesús de Nazaret. Entonces para que mi palabra sobre el Espíritu pueda ser reconocida como tal tiene que "sonar" en al ámbito de los que se sienten afectados por el vivir, morir y Vivir para siempre de Él. Discernir supone por tanto una doble referencia: por una parte poner en "crisis", someter a "prueba" nuestro decir y sentir sobre Jesús para no caer en una ensoñación y en una alucinación meramente subjetiva y por lo tanto irreconocible por la comunidad cristiana y por otra "pleitear" (someter a juicio) nuestro modo de estar en la vida porque el lenguaje es muchas veces tramposo y enmascarador de la realidad. Las trampas aparecen cuando en el discernir estamos atentos a una sola zona de la persona, como por ejemplo "la interioridad", y otras zonas de la realidad las consideramos "normales" y "naturales", tan normales y naturales que "son así". Son como un suelo inamovible, espeso y denso sobre el cual acontece la "experiencia espiritual". Discernir lo normal y natural es discernir nuestra vida cotidiana y estilos de vida. Lo normal y natural no deja de ser muchas veces una construcción ideológica interesada. Entonces el lenguaje sobre lo que "es así" ejerce una función encubridora. Podía ser materia de confesión en muchos ambientes de vida religiosa, por ejemplo, dormirse en la oración y ser "normal y natural" acudir a comulgar en riguroso orden jerárquico de prestigio, "sabiduría" y "vano honor del mundo" que diría S.Ignacio de Loyola. La doble referencia en el discernimiento supone un estar al tanto del "Christus traditus", el Cristo que se me entrega y que no inventamos en cada generación y al tanto de nuestros modos de estar en la vida.

DISCERNIR EL ESPÍRITU DE JESÚS

Antes de orientamos en el discernimiento es necesario recorrer un camino largo para no precipitamos en el hablar fácilmente del Espíritu de Jesús. Si es el de Jesús tenemos que ser pacientes y reconstruir el camino que llevo a Jesús a "entregarnos su Espíritu". Jesús de Nazaret es confesado por las Iglesias cristianas como Ungido de Dios, el Cristo de Dios. Esta confesión de fe supone para lo creyentes cristianos que el vivir, morir y Vivir para siempre de Jesús es la referencia normativa del acceso a la Divinidad. Para los creyentes cristianos lo de Dios tiene que ver con Jesús y Jesús tiene que ver con lo de Dios. El que se dice cristiano, aunque no precise su decir correctamente, está refiriéndose a Jesús de Nazaret el Ungido de Dios.

JESÚS PUSO EN CRISIS LO "NORMAL Y NATURAL" EN ISRAEL

Jesús percibe al Dios de Israel en su cercanía, no necesita pasar por las instituciones que cosifican a Dios como legitimador de un orden (ley) y regulador de los mecanismos de expiación de la culpa que provoca la infracción de dicho orden perdonando o anatematizando (templo). Jesús percibe al Dios de los padres de Israel como Padre y Creador. Esta cercanía inmediata no supone en Jesús una ausencia de radical alteridad con el Dios de su pueblo, para Jesús es el Padre "del cielo". La relación de Jesús con Dios en el contexto del judaísmo del siglo I es la negación de las mediaciones institucionales de la ley y del templo. Esta relación no supone la manipulación de la Divinidad ni pérdida de identidad propia. Jesús no queda fusionado y absorbido por la Divinidad, sino que encuentra su consistencia y la de la criaturas en Ella. La inmediatez se entiende en cuanto que cambia radicalmente las mediaciones de acceso a Dios, ya no son instancias exteriores a las criaturas. Al convertir las criaturas en mediación y ser criaturas "de Dios" la mediación termina en ellas. No hay equivalencia e intercambiabilidad entre mediación ley-templo y la mediación criatura. La criatura ya no es una alternativa de mediación a la ley y al templo. No se cambia la criatura por la ley y el templo, sería cosificar a la criatura para convertirla en un "pretexto" para estar a bien con Dios, sino que la criatura se convierte en fin: "a mi me lo hicisteis". El intercambio seria aterrador: las criaturas de Dios convertidas en moneda de cambio para la salvación de aquellos que siempre necesitan acumular "méritos" ante un dios que no es gratuidad sino el "gran mercader", el "gran contable" legitimador de tanto destrozo histórico pasado y presente. La mediación siempre es interesada y se cobra intereses y se lleva comisiones. La "riqueza" espiritual siempre ha entendido de contabilidad. Gracias a ti Juan de la Cruz que nos enseñaste en la "noche oscura" a sospechar de la riqueza espiritual. Este percibir a las criaturas como lugar, que no medio, inmediato para percibir a Dios, supone en Jesús que nunca las utiliza en su propio provecho. Nunca cura y alivia sufrimiento para tener seguidores, no fomenta clientelismo, su itinerancia es pura des-instalación, no quiere reinos según el orden de este mundo que oprimen y pisan. Al pasar en la percepción de las criaturas de medio a lugar, el acceso pasa por espacio y tiempo, pasa por modos de estar en la vida. Este situarse de Jesús de cara al Dios de Israel percibido como "Abba" termina en la cruz. La ejecución de Jesús en la Cruz es consecuencia histórica de su modo de vivir. Al anular las mediaciones opresoras para la inmensa mayoría de los hijos y las hijas de Israel, en las que no cabe otra alternativa más que el sometimiento, ha "expuesto" su vida a la muerte (lo radicalmente opuesto al discernimiento es el sometimiento). "Siendo hombre se ha hecho dios" y debe morir. Jesús ha sub-vertido el orden, lo normal y natural querido por dios ha sido des-velado como opresor y estigmatizador para la inmensa mayoría de las criaturas de Israel. Al no utilizar a las criaturas como causa de su propia justificación, al Buen Pastor las ovejas le importan y como le importan no las utiliza para ganar un salario ante un dios amo, Jesús no puede exponer delante de dios nada que no sea él mismo en su puro y total despojo. La Cruz es la radicalización de una percepción de Dios que no exige méritos ni necesita mediadores interesados. El abandono de los suyos es consecuencia de un seguimiento que no ha dado beneficios ni primeros puestos en el reino, ni tan siquiera la posibilidad de administrar las nuevas mediaciones alternativas que podían esperar de Jesús com un hacedor de milagros.





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