viernes, 4 de marzo de 2011

M Dolors Oller


Nacida en Barcelona, Doctora en Derecho por la UB, profesora de Moral Social en el Instituto de Ciencias Religiosas de Barcelona y profesora colaboradora en el Departamento de Ciencias Sociales de ESADE, miembro de Cristianisme i Justícia, miembro del Consejo de Redacción de la Revista Iglesia Viva.
El “Dios siempre mayor” que se desvela y a la vez se vela a nuestros ojos. Hablar del silencio de Dios y de cómo la Divinidad se esconde es adentrarse en el Misterio que está presente en toda existencia. Y es hablar de oscuridad, ausencia y sufrimiento, necesarios para crecer en la vida espiritual: sin Cruz no hay paso a la Vida, no hay Resurrección. Hay una manera de vivir que nos plenifica y otra que nos destruye. Jesús con su vida entregada, con su ser hombre para los demás y con los demás, nos revela el paradigma del ser humano: no aferrarse a nada, desprenderse de todo, vaciarse de sí mismo para acoger el Misterio de Dios en la propia vida, que se transforma, así, en transparencia del Trascendente, más allá de todo dualismo: Dios y el ser humano, Dios y el mundo, no son realidades separadas, sino solamente una realidad que hay que vivirla penetrada, poseída, ocupada, amada, sustentada, reconciliada por Dios. Este vaciamiento de Jesús nos está manifestando la esencia del mismo Dios, que es pura donación de Sí. También nosotros estamos llamados a la plenitud de ser hijos, es decir, a que el vaciamientode Dios en nuestro vaciamiento signifique plenitud de Presencia suya. Y como Dios no da cosas sino que se da a Sí mismo según nuestra capacidad de recibir, es importante que desbrocemos el camino y quitemoslos obstáculos que impiden o dificultan vivir nuestra vida de forma oblativa. A este fin concurren los Ejercicios que nos proponen un método para propiciar nuestra entrega a través de un proceso de progresiva configuración con Cristo Jesús a lo largo de las cuatro Semanas. Y ello a través del discernimiento en búsqueda de la Voluntad de Dios en la propia vida que tiene un momento fundamental en la elección. Y esta Voluntad de Dios, concretada de múltiples formas según los carismas particulares de cada uno. para poder manifestarse de otro modo, no es otra que nuestra cristificación, es decir, el irnos transformando también cada uno de nosotros en el Hijo, por la fuerza y la acción de su Espíritu. No se trata tanto de buscar una Voluntad de Dios externa a nosotros como de ser nosotros mismos Voluntad de Dios, porque la Palabra deDios haya tomado carne en nuestra vida prolongando aquí y ahora el Misterio de la Encarnación. De lo que se trata es de ser otro Cristo hoy.

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