lunes, 11 de abril de 2011

Retorno al país de las almas

"Retorno al país de las almas” es el resultado de una larga relación de más de diez años con el mundo del animismo africano, de Costa de Marfil en particular. En 1997 viajé a ese país por primera vez. Allí conocí a Jean Marie Addiafi un intelectual africano, de la etnia akán, que luchaba para que la sabiduría ancestral africana no se perdiera arrinconada por la modernidad y por el avance imparable del islam y las sectas cristianas de toda índole. Una sabiduría que comprende una rica literatura oral, una peculiar visión del mundo, una interesantísima farmacopea con un gran conocimiento de las plantas medicinales del bosque, y una espiritualidad centrada en el culto a los ancestros y a los espirítus.

Esta sabiduría que Addiafi denominó bossonismo, a grandes rasgos coincide con otras formas de animismo africanas, sobre todo con los cultos yoruba de Nigeria y Benin que fueron trasplantados al Nuevo Mundo con los esclavos. Son pues los antecesores de la santería, el vudú y el condomblé. Las prácticas espirituales de tantos caribeños y brasileños y también de muchos afroamericanos de Nueva Orleans. Una espiritualidad y patrimonio cultural cada vez más reivindicados como importante herencia de tantos americanos actuales.

Jean Marie Addiafi, el intelectual marfileño mencionado anteriormente, me presentó a Yéo Douley su discípulo quién me acompañó en mis viajes y fue mi introductor directo en ese mundo. Entré en contacto con Adjoua una sacerdotisa animista poseida por Mami Watta la diosa del agua, y tras unas pruebas fui aceptado en su santuario pudiendo fotografiar, investigar y realizar entrevistas. A lo largo de casi dos años viajé tres veces a Costa de Marfil para estancias superiores a dos meses en cada ocasión. Con el trato ganaron confianza y me revelaron muchos secretos y prácticas. Fruto de todo ello fue mi libro "Viaje al país de las almas" publicado en 1999. Desde entonces mantengo contacto con muchas de las sacerdotisas y de los oficiantes animistas que retraté para mi libro.

Diez años después, sentí la necesidad de regresar y de ver que había sido de mis "sacerdotisas y oficiantes" y de comprobar lo que quedaba de todo aquel mundo. Puesto que soy fotógrafo y escritor decidí dar el paso y realizar una película. No quería hacer un documental al uso con intervenciones sesudas de antropólogos o profesores. En realidad lo que pretendía era realizar una metáfora sobre un mundo que se va, sobre maneras de ver el mundo que son arrinconadas por los nuevos tiempos. Sobre la ancestral tradición cada vez más abandonada por los propios africanos, prisioneros en cierto modo del discurso colonial.

En la película, Yéo Douley, el discípulo favorito de Addiafi, el intelectual marfileño que falleció poco después de la aparición de mi libro, decide viajar al poblado de Bettié para realizar una libación ritual ante la tumba de su mentor. Pero no va directamente, se detiene en muchos de los lugares que Addiafi le enseñó. Durante el recorrido iniciático, Yéo tendrá ocasión de asistir a todos los rituales de iniciación importantes por los que pasan los elegidos por los genios, hasta que son entronizados komián o grandes sacerdotes animistas. Asistirá a ceremonias de trance en bosques sagrados, junto al gran río Comoe, incluso verá como una sacerdotisa animista es poseida por la diosa del agua y un sacerdote animista lo es por el espíritu del león.

Es una película que aporta una mirada distinta y muy africana puesto que el guión fue elaborado conjuntamente con Yéo Douley. En la película la filmación de ceremonias rigurosamente genuinas e irrepetibles se alternan con momentos ficcionados que sirven de hilo conductor, aunque finalmente el propio Yéo participa activamente en una ceremonia en la que él es protagonista. He dirigido un pequeño equipo con dos cámaras y un ingeniero de sonido. Aunque he rodado en video HD, he utilizado, salvo en las escenas de acción trepidante,un Letus: adaptador que me permite utilizar antiguas ópticas analógicas Nikon, con lo que a menudo la filmación tiene una factura cinematográfica ya que puedo jugar a mi antojo con la profundidad de campo.




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